lunes, 12 de diciembre de 2011

Lorca Cagliostro, una divergencia... por Fco. Javier Pérez




LORCA CAGLIOSTRO, UNA DIVERGENCIA
por
Fco. Javier Pérez





1932. 7 de octubre, Día del Rosario®. Él y la morena guapa, la morena sur de sándalo polen de azahar en sus caderas de chico de tinta, paseando a la vera del río San Juan. Perfilados contra un paisaje generado por el algoritmo-tipo de noveno de primaria: la Gran Vía atestada en un compacto y zarco flujo de datos sobre cuatro ruedas con reflejos de sol en limpiaparabrisas. Entró una mariposa y, con ella, el anochecer, antes de que la pareja llegase al recodo donde Federico García, a los doce recién cumplidos, grabase sus iniciales y las iniciales de la morena en un olivo que luego modelarían con arcilla de tópico para crear la maqueta de otro escenario® (ver más adelante). Federico señaló a la mariposa. Hubo un salto de claxon cuando debería haber saltado una trucha, a la derecha, sobre la superficie del afluente calzada.
            —Resíguela —dijo Federico a la morena.
            —Va directa a aquella farola —precisó ésta, innecesaria. En tiempos menos convulsos, harían un Rosario® con los dientes de marfil de ella. A él le indultarían, por maricón, con las cuerdas de tela de su guitarra española empapadas en humor vítreo plomo en el pecho y metralla enamorada al llegar el cante a los oídos equivocados.
            Pero aquella tarde noche paseaban ajenos a los Heinkel H-111, sin enmarronarse en poesía erisiana, muriendo por los pecados de King-Kong sin querer cuando la mariposa, esquivando la luz halógena de la farola y torciendo en un remolino revoleo de polvo de hada (partículas elementales de duende), se posó al borde de la M mayúscula en la marquesina del cine COLISEUM y la morena, obediente, la resiguió, y Federico la resiguió con ella. Familias formaban a aquella impía hora frente a las puertas del que antaño había sido un teatro de autómatas, vociferando y blandiendo tacos de entradas de reventa que les hacían valedores de salvoconducto directo hacia la arena. La formación de abuelos y niños y padres a sacrificar en el foso del coliseo por mor de diversión circense.
            Ocupaban todos el centro de un paisaje generado al azar, decíamos. Y es que explicar la divergencia contradeciría al generador holográfico e intercambiaría aún más las épocas. El escenario Gran Vía-2009 se quedó como marco referencial, por tanto, de la paradoja temporal en las lentes compuestas de cientos de ocelos de la mariposa. Mirando desde lo alto. Jazmín. Jazmín en los receptores de sus antenas. Jazmín y una vibración sónica en el espectro entre 40 Hz y 1500 Hz:
            —…es por esto que no te adoro —estaba diciendo Federico García, formando un cuenco con ambas manos a la altura de la bragueta, a punto de sopesarse los cojones.
            —Pe-pero… —tartamudeó la morena—. Pasaría la vida entera contigo. Me gusta vivir a tu lado. Me gusta tu cuerpo, y tu espíritu, y tu ropa…
            Quejío. Mariposa en el tintero. Aburrimiento. Al correr dos puntos en el dial, corrió el escenario® como papel pintado al fondo. La mariposa estableció baliza con la que estabilizar el estereoscopio digital. Secuencia Uno-Tres-Ocho. Por la izquierda del diorama entraron los ninja, en tropel.
            La Gran Vía se paralizó en un atasco debido a la irrupción por discordancia. El río San Juan se estancó. Fluyó del revés luego un poco. Marcha atrás en el estereoscopio. A la criatura pubescente manipulando el dial ya no le interesaban tanto los deberes de clase como ser el ojo del tigre y, quizá, provocar una matanza con la que animar la lección de historia del siglo XX. Los sketches censurados del coliseo no satisfacían por completo su sed de violento circo de humanidad arrollada por el asaetear carne y sentimiento herido. Uno. Tres. Ocho.
            Arrancó el diorama otra vez hacia delante. Sentido occidental de lectura, de izquierda a derecha. El bioholograma García Lorca, Federico con la quijada rígida ante el quejío de la preciosa belleza sureña curvas de transportador de ángulos mordido por hierbabuena ensortijada y la mismísima luna envidiando el tergal de su cabello noctámbulo, retuvo dentro un suspiro de culpabilidad, pensó en sintechos frotándose las axilas con papel de periódico en gesto de aseo neoyorquino y trazó un paralelismo claro entre las imágenes mentales que le dejó sin saber qué decir. En el arranque, el poeta tomó conciencia de sí mismo durante lo que tardó en ajustarse el generador del estereoscopio entre los dedos enguantados de mocedad de la criatura que lo sostenía frente a él.
            En tropel, los ninja rodearon a la pareja, a Federico y la morena sacados a trompicones de su vuelta de paseo, exigiéndoles el cese de diálogo mientras formaban en círculo y en grotesca posturas marciales como la Grulla Sedente, las Cinco Estrellas de la Constelación Bambú, la Centella en Punta, Puño del Bonobo Sagitario, Técnica del Fuego Frío, Ataque Roboto… Y Federico y la morena, refugiados del chaparrón de ostias por llegar que se temían bajo la marquesina del COLISEUM (el estereoscopio mariposa superponía aún escenario® y Día del Rosario®), encasquillados en fina pared de lamentaciones, ignoraban al contingente de guerreros de la Mano Negra:
            —Déjalos, sólo odian la sombra del pájaro.
            —Está puesto en balanza: dos corazones a un tiempo: uno pidiendo justicia
y otro pidiendo venganza.
            —Trájilitrájili Trá…
            El más de un centenar de ninjas que colapsaban la Gran Vía cerraron el círculo un par de pasos. Tres pasos. Media docena de ellos blandían nunchakus, bokkens y Juttes. Uno estornudó, y el proyectil perdido disparado por accidente desde su cerbatana Fukiya trazó una parábola sobre García Lorca, y lo sobrepasó, y fue a clavarse en el cogote de un mensajero en bicicleta rotulado con fluorescentes en el papel tapiz del escenario®. La acción no llegaba a desatarse. Los ninja, por lo visto, contratados por la Inquisición Vampira, habían recibido el encargo de tomar preso al conde Alessandro di Cagliostro (Palermo, Sicilia, 2 de junio de 1743 – 26 de agosto de 1795; médico, alquimista, ocultista, Rosacruz y alto masón) y ahora, viendo de cerca al sujeto objetivo, se percataron del ardid al que habían sido arrastrados a base de plantar torpes trampas en los comandos de ejecución de su código fuente, cayendo en la cuenta de lo deslavazado de seguir con su contradictoria acometida, y entraron en un bucle hermético de error en su secuencia programática.
            El estereoscopio, que tanto en el fondo como en la forma era un artilugio específicamente diseñado para facilitar el estudio a distancia, desde casa, se empeñaba en no salirse un solo renglón de su función natural, cosa que desesperó sobremanera a la criatura indexada a él. Con el añadido de que el modelo que los profesores habían aconsejado a sus padres estaba capado para ceñirse a los contenidos recomendados por el Ministerio de Educación para la franja de edad en la que se encontraba el usuario. Así pues, para mayor irritación del chaval, el estereoscopio ejecutó una rápida búsqueda y puso a la mariposa en piloto automático, plegándola en la simulación por ordenador de un agujero de gusano para desplazarla instantáneamente desde la marquesina bajo la que el ataque ninja había quedado en pausa, a un nuevo escenario®: el bosque de olivos bonsái de troncos labrados con la firma del poeta en lo que sería la entrada en la maqueta del parque Federico Garcia Lorca, en el cruce de la Avenida del Tibidabo con la Avenida de Sant Gervasi (construcción prevista para el 2011), descontextualizado para adaptarse al tránsito por los remarcables hechos, transcribiendo en diapositivas tridimensionales ante el frustrante síndrome de déficit de atención de la criatura, que llevaron al conde de Cagliostro hasta la España del siglo XVIII.
            Cagliostro médico. Cagliostro nigromante. Cagliostro alquimista y creador de la Masonería Egipciana, entre 1780 y 1783, en Estrasburgo, bajo el ala superchera del cardenal-príncipe Rohan, gran limosnero de la corte de Versalles. Cagliostro no era de ninguna época ni de ningún sitio. Fuera del tiempo y del espacio su ser espiritual vivió su eterna existencia y si se hundió en su pensamiento remontando el curso de las edades, si tendió su espíritu hacia un modo de existencia alejada de aquel que vosotros percibís, llegó a ser el que deseó ... Juzgad sus costumbres, es decir sus actos, decid si ellas son buenas, si vosotros habéis visto otras de más potencia; entonces no os ocupéis de su nacionalidad, ni de su rango, ni de su religión. Cagliostro en el Compendio de monseñor Barberi, pero no era Cagliostro, sino una pupa larval previa a la kabbalah de la aún no Ciudad de la Luz: Giussepe Balsamo: "Un pleito, que tubo el Balsamo con un Paysano suyo en Madrid le dió ocasion de mandar à la muger, que recurriese à una Persona prepotente de aquel Gobierno; éste en medio de sus quehaceres quiso informarse de la muger por menudo de su estado; oido de ella todo el cuento, incluso la amistad del Viagero (léase el Marqués de Fontanar), le propuso, que lo habia de despedir, y en su lugar lo habia de admitir à él: rehusó aceptar el proyecto, y la tal Persona le replicó que quando ella quisiera su proteccion, no la encontraria. Se verificó el presagio; porque no pudiendo el Viagero resistir mas el atrevimiento del Balsamo, que siempre queria ya ropa, ya dinero, los abandonó. Vuelve entonces à la muger (que de todo había instruido al marido) y la manda à la tal persona del Gobierno, quien prefiriendo su decoro à las palabras de ella, y à las tentaciones la despidió. En medio de este abandono pasaron los dos Consortes à Lisboa." . La esposa de Cagliostro, a instancias de éste, solía vender, en Barcelona, el rojo de su pañuelo al Capitán General de Cataluña, don Ambrosio Funes de Villalpando Abarca de Bolea, conde de Ricla, primo del conde de Aranda, por "un doblon de á quatro ....  cada ocho días, que el marido la volvía á conducir á aquel lugar".
            1785. 23 de agosto, san Neón de Egea®. Los ninjas a sueldo de Versalles embocaron la esquina que Cagliostro acababa de doblar huyendo de ellos. Otra vez en la Avenida al Tibidabo, montaña de hechiceros. Cruces de filos al trote sobre el adoquinado, pasamontañas de lino verde muerte negro gitano cuando un reloj tocó las nueve menos cuarto en alguna parte (siquiera tenía por qué estar haciéndolo necesariamente en aquella capital mediterránea). Salitre amargo y pino sedimentando en el torso del médico mago, que deliraba con sombras de pájaro haciéndose hombre entre los falos de rascacielos que no se proyectarían hasta casi trescientos años después, corriendo y corriendo en pos de cinco o veinte cabezas más de ventaja que le permitiesen sacarse un último timbrazo de efecto de su sombrero de trucos. Hacerse humo de diamante, por ejemplo.
            La mariposa planeó y captó de cerca el cabalgar de la represión a lomos del escuadrón ninja. Implacables y tan veloces como es siempre la velocidad con que la madre tierra expulsa de su corteza magnetismo mediante a los sigilosos calzados con abarcas japonesas, tras la pista de aquel cuyo busto esculpió en mármol una vez Houdon, a quien Fragonard retrató en uno de sus más sobresalientes trabajos. Cagliostro corrió y corrió calle vacía tras calle vacía, que se cerraban en derredor y montaban trampantojos por los que la montaña parecía alejarse en lugar de acercarse. Calles vacías fue también lo que la lente de la mariposa captó. Calles vacías que excitaron la crueldad de la criatura al otro lado del estereoscopio. Luces de gas en la fábula gótica que acabó sustituyendo por inducción a la tarea encomendada presentar al día siguiente en clase. El examen pendiente ya no sobre romanceros sino sobre la caza del perro hombre vía crucis de armas extranjeras conformadas con la mitad muerto de vivo o muerto, y un trincharle la cabeza y afeitarle a la altura de la nuez como prueba de éxito. La tortura del engañabobos. Cagliostro, en carrera, fondón y desarreglado y con los faldones de los harapos de cortina con que se cubría aleteando tras él como dos capas cutres, ya no el atractivo seductor italiano de abúlicas, pastoras y demás damas con ínfulas, y para nada para aquellos trotes, se persignó al tintineo del collar estafado a Maria Antonieta y maldijo su estampa tres veces, como el moro loco le enseñó a hacer allá en el desierto de los mitos primigenios. Efectivamente se estaba alejando de la montaña. Yendo al centro de la ciudad por la línea recta de la magia negra atajo.
            ¿Qué?
El mozo del dedo en el gatillo de dial del estereoscopio iba a aprender una lección, después de todo. Ética. Que es sinónimo para la brujería cañí que borbotea en el ínterin del individuo y se retroalimenta del semejante al semejante y por el semejante. Escenarios® se fundieron y Cagliostro adquirió un registro de marca al atravesar gambando la aurora a pie de calle que se le cruzó por delante. Cagliostro® en Gran Vía-2009. Burló a su perseguidores cuando éstos, aliento en la nuca del alquimista, dieron de bruces con la soleá estática de pegamento de sus otros yoes pausados a las puertas del COLISEUM y acosando a un poeta moribundo de tensión homosexual. Mutismo pegado a alaridos y más de un centenar de estatuas en agonía de sal al quitar el ojo de la ruta del posicionador global de la línea temporal. La línea recta de la hechicería atajo tobogán por el que Cagliostro®, maestro, educador por las peores, pasó zumbando junto a García Lorca tocándose a saludo un sombrero de aire, porque no estaba allí, agradecido y, sí, un poco enamorado. Que Cagliostro® fuese embastillado y García Lorca® jodido en fusilamento y puesto a secar, acabó siendo irrelevante. La moraleja aquí reside en la línea del procastinar como ejercicio físico de rodeo para el eterno retorno. Línea recta de la continuidad y la cohesión. Nunca dos se cruzan en ella, criatura.




Fin.





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