domingo, 27 de enero de 2013

Diez resultados en relación a la autopsia corporosocial y la investigación posterior del caso de la Niña Pucelana



 1. Los nombres de los padres eran Alberto y Antonia.

2. La niña era una criatura que mudó la piel a los catorce meses. 

3. La niña era una criatura que antes de mudar, los días previos a la metamorfosis, descartó toda posibilidad de vida en su interior y trasladó, como quien hace una mudanza, sus órganos, vaciándolos de todo propósito y asumiendo una situación singular en su presencia terrestre. Los sacó por la boca, a empellones de diafragma y perineo, vaharadas de vapor y cúmulo de fluidos. La imagen se hace insostenible, pero nadie puede negar este supuesto. El lugar que dejó el conjunto todo de su animalidad (a excepción, por supuesto, de la capa más externa, imperativo de camuflaje) fue ocupado por una inédita mezcla de otros elementos ya identificados en anteriores épocas, pero silenciados por su incompatibilidad con el corpus analítico del momento.

4. Antonia y Alberto consideraron que el fruto de un vientre se respeta siempre, como una máxima, como un pilar ajeno al resto de leyes del universo. Esa categoría del ser que es intransferible a toda decisión humana, ya que no depende de ésta, ni de su percepción, ni de su posibilidad contingente. Así pues, la aceptación era real en un cien por cien de probabilidad. El amor por un cuerpo sin órganos de carbono inaugura un nuevo camino para la sociedad postcapitalista, a pesar de la locura que pueda inaugurar. Una epifanía de metales pesados y miasma no podía ser tan eludible. Le dieron a la niña todos los bienes materiales que necesitara. Se lo dieron todo. Menos un nombre.

5. La niña rondaba los pájaros y los devoraba, convirtiéndolos en información. Los perros, los gatos. Los insectos. La comida de la casa estaba protegida por candados que también eran devorados. Un nombre, un refugio, quizá hubiese detenido todo esto. Sólo quizá. Las fotografías, miles de ellas, evidencian los restos que se refieren a este punto. Hay anotaciones al respecto en material encontrado en las pertenencias de Alberto.

6. Los padres estaban desesperados: ayunaban con la esperanza de desaparecer entre sus propias ruinas pero ella venía a recordar lo pequeña que era y lo grande que era el agujero que habían construido. Porque culpables o no, aquello era suyo y de nadie más. En una carta remitida por Antonia a su hermana (desconfiaban de la información de transmisión no analógica) aparecen llamadas desesperadas a la cordura, debatiéndose entre el amor y la furia. Entre la gloria y la humillación. 

7. Valladolid apenas fue consciente de uno más de sus intramuros. Nadie tuvo conocimiento de aquello que sucedía en esa casa de la calle Piedad, en pleno centro. Sin embargo, cualquier persona habría podido constatar las diferencias dimensionales de las paredes del hogar, algo que se observa aún hoy, semanas más tarde. Se atestigua una dificultad en el encaje de ambas realidades, al menos como poso resultante. No obstante, la ambigüedad es sutil. Adaptada.

8. Los tres últimos días de la familia se adivinan trágicos. Abominables. Las paredes poseen rastros difíciles de precisar. La investigación no puede concluir datos certeros en este periodo. Sólo se puede afirmar que el vaciado también sucedió en los padres, sólo que en este caso se realizó por ósmosis. En poética perfusión, si se acepta la cruel redundancia. Los flujos fueron convertidos en información, de nuevo: lo atestiguan los alfabetos recreados a partir de los restos celulares, estructuras óseas y cabello.

9. El final de la Niña Pucelana sucedió a partir de sus padres. Es decir, es posible datar que el fallecimiento o el cambio de configuración sucedió en el mismo instante espacio temporal que el inverosímil deceso del matrimonio, ya que hay pruebas suficientes del hecho. La principal es la propia composición del escenario final, conjugando los tres cuerpos en un todo plano, como una serigrafía de la carne, lo que hace pensar que se unieron las cuerdas de información, dato que será sesgado inmediatamente por el equipo de comunicación al cargo. Las consecuencias de presuponer una cuerda de tamaño humanamente reducible aún no están comprobadas.

10. La última conclusión forma parte de la causística: el nombre de la Niña está clasificado. Madre o padre empezaron a cantarlo, así parece haber quedado escrito en el plano carnal que permanece oculto en la habitación del desenlace. Eso aceleró el colapso, ya que el aporte de información nominal poseía -ahora sí- un vector empapado emocionalmente. Algo insostenible para la forma de la criatura o para la presencia en la que se sostenía por completo.

El caso parece haberse detenido, sin embargo, esto no son más que una sarta de suposiciones. Decir que ahora la familia descansa parece ser un eufemismo.

Valladolid aún no está segura. No debería dormir con la tranquilidad suficiente.





"Diez resultados en relación a la autopsia corporosocial y la investigación posterior del caso de la Niña Pucelana, por Marco Antonio Raya

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