viernes, 1 de febrero de 2013

Agua de batalla

Agua de batalla



El juego consistía en ver cuántos peces sobrevivían. Cada jugador traía su propio equipo de peces carnívoros: el equipo estaba formado por diez, si bien los entrenadores se habían profesionalizado bastante en la última década y se presentaban con varias decenas de individuos que transportaban en peceras compartimentadas, donde diferentes especies sufrían los más duros entrenamientos en yincanas subacuáticas a base de resortes y peces-trampa, comida venenosa, obstáculos dentados y afilados, pequeñas descargas eléctricas producidas por diodos colocados en cofres miniaturizados o por peces alargados y estáticos, señuelos donde masticar y pulir los dientes, minirobots-buzo que los zarandeaban para muscularlos, anzuelos luminosos para cegarles y abrir sus tráqueas y, finalmente, un apartado donde tomar un merecido descanso mientras unos extraños insectos limpiaban sus aletas y branquias.

Los combates podían ser increíblemente rápidos gracias al adiestramiento de los peces que iban fulminando selectivamente a sus adversarios; aunque las tácticas se habían ido volviendo cada vez más conservadoras, con peces que resistían todo tipo de ataques y torturas tardando, a veces, más de una semana en morir de inanición, mientras que peces más feroces y ágiles en sus ataques apenas resistían una jornada.

Era hora de cambiar las reglas.



 Texto e imagen: Cisco Bellabestia

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