por Colectivo juan de madre
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- Joder cómo ha
dolido. Tío. Ha dolido de la hostia.
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- Pues lo
siento.
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- Tío, ¿cuánto
hace que te voy dando? Desde que tenías 5 o 6 años, ¿no?
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- Empezamos que
tenía 4.
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- Pues eso,
tío. Con 4 años tenías el puto conducto mucho más abierto. Hostia puta, que
estoy sangrando – su polla perdía la erección goteando sangre sobre el suelo
metálico.
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- Igual se te
ha roto el frenillo. Conozco a alguien que le pasó.
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- ¡Qué va! El
frenillo está como nuevo tío. Es algo de ahí dentro, que me ha rajado la punta
de la polla. Me ha parecido notarlo cuando la tenía ahí dentro, cabrón.
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- Lo siento.
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- Tío. Ya estás
cuidando lo que comes o te la vas a cargar. Voy en serio, tío. Ya me conoces.
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- Pero si mi única comida es la que me traéis.
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- No me
repliques, joder. Deja de hacer la mierda que estés haciendo.
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- No hago na…
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- Qué te calles
coño. Cállate de una puta vez. Espero que esto no se repita, tío. – se abrochó
los tejanos – O te agujerearemos el puto torso y nos follaremos tu estómago si
hace falta. ¿Está claro?
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- Sí.
Se quedó de nuevo solo. Con el dedo índice se hurgó el ano y rozó con
cuidado los tres filos de acero que le crecían incipientes desde dentro de la
carne. Le pareció como los benditos dientes de leche en la boca de un recién
nacido. Se sintió feliz, incluso bello. La melodía había funcionado. Su carne
le estaba obedeciendo al fin. Y si tenían que follarle el estómago, pues que se
lo follasen; si una cosa tenía clara, era que, después de 14 años, estaba harto
de recibir por el culo sin su consentimiento.
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